Publicado: Prensa Libre/ 16 de septiembre del 2025
¿Ideas o balas? Carroll Ríos de Rodríguez explica cómo el asesinato de Charlie Kirk nos recuerda la sacralidad de la vida, la fuerza del diálogo y la defensa de la fe.
El dolor de los padres, la esposa, los hijos, amigos y seguidores de Charlie Kirk no es singular, pero sí es más público, debido a la fama que él alcanzó por su activismo político y sus escritos. Diversos comentaristas han reflexionado sobre el legado del joven fundador de la organización estudiantil Turning Point USA durante la pasada semana. Tratamos de encontrar sentido a esta tragedia sinsentido. Destilo cinco lecciones de lo que he escuchado y leído.
Primero, cada vida humana tiene un valor inconmensurable. La brutal ejecución de Kirk, como la de cada guatemalteco que muere por homicidio, nos confronta con la injusticia y perversidad de privar a otro de su vida. No hay vuelta atrás: es imposible restituir el daño o indemnizar a los familiares. El asesinato no soluciona nada. Destruye. Debemos hacer poquísimas excepciones al principio general de la sacralidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para todas las culturas en todos los tiempos.
Segundo, el diálogo y la razón son una parte esencial del aprendizaje y crecimiento intelectual. Charlie Kirk invitaba a los estudiantes universitarios a dialogar con él sobre temas controversiales o complejos, y les pedía que le señalaran sus puntos ciegos. Solía salir airoso de estos encuentros porque era amable, inteligente, elocuente y estudioso. La razón juega un papel vital en los procesos civilizatorios. Tiende puentes. Revela la verdad. Nos salva del emotivismo y del nihilismo. Se nutre del respeto mutuo. Engendra la auténtica tolerancia.
Tercero, las palabras no son violencia. Un clima respetuoso de la libertad de expresión requiere que aceptemos que eventualmente se enuncien comentarios odiosos, crueles o ridículos. En lugar de callar esta pluralidad de voces mediante las balas, o las leyes para castigar el odio, debemos ahogar las malas ideas con un mar de buenos argumentos contrarios. Debemos confiar en el libre mercado de ideas.
Cuarto, el mal existe. El mal es la privación del bien, y una realidad que nos hace apreciar el bien, explicó San Agustín. El disparo que mató a Kirk también echó por tierra el relativismo moral que nubla las fronteras entre el bien y el mal. Esperemos que las nuevas generaciones huyan de la iniquidad, fortalezcan su carácter y forjen vidas productivas y con propósito, como la de Kirk.
Quinto, hoy los cristianos somos perseguidos, no solo en Libia o Nigeria, sino en países con raíces judeocristianas. Charlie Kirk era un vocal defensor de sus creencias religiosas. Algunos señalan que sus posturas respecto al aborto, el movimiento LGBT y el progresismo radical le ganaron acérrimos enemigos, e insinúan que se buscó la muerte o es culpable de lo acaecido. Estas personas abordan las prácticas religiosas tradicionales como anacrónicas, irracionales y agresivas. Quisieran que los cristianos se secularicen forzosamente o practiquen su fe a escondidas y se autocensuren.
En realidad, el cristianismo es compatible con la razón y el conocimiento científico, y no se opone al progreso. Además, los cristianos coherentes profesan el amor y no el odio. Jesucristo nos mandó amar incluso a quienes nos hacen daño. Rechazamos el pecado, pero no al pecador. No damos cabida a la vanagloria: todos fallamos frecuentemente. Vemos en respuesta a este vil asesinato miles de vigilias con cantos y oraciones, en las que se pide tanto por la familia de Kirk como por la de su verdugo.
Lo propio de una sociedad occidental y civilizada es hacer valer la libertad de religión. Recordemos que los conceptos pilares de nuestra sociedad, como persona, libertad, dignidad y respeto, emanan del pensamiento judeocristiano.