El costo de la crisis política permanente
Las manifestaciones recientes en Guatemala y alrededor del mundo nos alertan sobre otro oneroso costo que enfrentamos: el costo de la crisis política permanente (C.C.P.P.). Los videos de disturbios en varios países revelan la existencia de grupos dedicados a generar crisis políticas. Capitalizan sobre la indignación legítima de los ciudadanos. El asesinato de George Floyd, los contratos con Odebrecht, el «agua mágica» para Amatitlán, el aparente fraude en Bolivia, unas medidas de austeridad en Ecuador, la agenda LGBT+, el odio a la iglesia: son fósforos que prenden y movilizan a ciudadanos de buena voluntad. Las frecuentes invasiones de propiedad privada, los bloqueos, las huelgas, las extorsiones y la delincuencia de las maras incrementan el C.C.P.P.. Quienes controlan la crisis creen que la inestabilidad sirve sus intereses y, en algunos casos, emplean la violencia para acceder al poder.